Durante años impartí
clases de Yug-Do dirigidas a un público adulto, en Centros de Yoga,
Asociaciones de Vecinos, Gimnasios, Centros Cívicos, en la calle, en la playa,
en el bosque...compartí práctica con cinturones negros y plateados, con gente
de edad avanzada y gente joven, con gente descreída y con forofos, con gente de
todo tipo...pero, aparte de mis hijos, jamás con niños.
Todos los adultos que
practicaron conmigo mientras guiaba la clase se mostraron receptivos a mis
propuestas, con más o menos convicción, he intentaron acometer con éxito dispar
katas, movimientos y posturas...sin entrar en la motivación propia que movió a
cada practicante a acercarse al Yug-Do, creo que todos ellos asumieron mi papel
de "director" de la práctica en el sentido de dirigirla, guiarla,
desarrollarla...y mi posición en el tablero les hizo situarse en el rol de
dirigido, guiado...lejos de tratar de centrar ésto en los roles que tomamos
durante una práctica, que nos llevaría rato largo desarrollar, pongo el foco en
esa especie de distancia que nos sitúa enfrente a uno de otros, esa actitud de
centramiento del que ese momento guía frente a la actitud de DISPONIBILIDAD del
que es guiado....esa Magia a través de la que uno se transforma en transmisor
y con suerte los otros en receptores...si guiastes aunque solo fuera una
clase sabrás a que me refiero...
Trato de ponerle
atención a esta singularidad, esta alquimia, esta relación, llámalo como
gustes, porque desde hace más de un año, en mis prácticas esa relación o
distancia cambió.
Les sitúo...tengo una
mujer maravillosa, cuyo camino vital camina junto a los niños en general los nuestros
en particular… Hace un tiempo comparte su tiempo también con otros hijos y otros
padres, es maestra en un colegio… Cristina tiene
una forma singular de ver la educación (una visión del acompañamiento del
adulto frente al niño), donde la afectividad y la libertad de escoger del niño
se respeta y potencia. Esta actitud y visión nos llevó a conocer y llevar a la práctica
un tipo de educación (que por aquí le han puesto el nombre de Educación Libre),
en la que el respeto por los procesos propios del niños están por encima de las
conocimientos adquiridos y las materias impartidas...y bueno, esto nos llevaría
lejos y lejos y no pretendo enfocarme tampoco en ésto...la cosa es que la vida
nos llevó a un colegio un tanto especial en el que Cris trabaja, mi hijo mayor
Pau asiste, y en el que el resto de la familia, Teo, Elvis y yo podemos estar y
pasar los días en familia...ya se, me quedó un poco largo como marco
introductorio, pero convenía explicar un poco todo esto...
Sintetizando: un
cinturón negro de Yug-do con años de prácticas recibidas y guiadas a un público
adulto, un colegio en el que los niños deciden lo que quieren hacer en todo
momento con un jardín espectacular y una propuesta:
Una práctica semanal de
Yug-Do abierta a quien quiera participar (alumnos de la escuela sobretodo pero
también a sus padres).
En la Escuela Líberi
tenemos un concepto de los límites diferente, así que en su momento opté por
flexibilizar los límites respecto a la asistencia, a la duración, a los
ejercicios y sobretodo mi actitud como el guía en las prácticas.
La estructura básica de
la clase es parecida a la de cualquier práctica de Yug-Do: Armonización (con un
cuenco tibetano), ritual de inicio, Wu-chi, movimiento fundamental, 22
movimientos, coordinación, katas… con la salvedad de que según avanza la
práctica voy “leyendo” el clima que se respira para adaptarla al día… nada muy
distinto de una práctica convencional, pero con mi mirada más hacia fuera para
ver la motivación de los chicos…
Hace tiempo hablé con
el Maestro Antonio Iborra y le expresé mis dudas y miedos al respecto de la
propuesta que me hicieron de dar clases de Yug-Do en la Escuela… el Maestro muy
sabiamente me habló de cuando él era profesor de educación física de un colegio
de primaria y cómo trataba de motivar a sus alumnos…
Yo tiendo a dudar de
las cosas y darle muchas vueltas antes de ponerme a ello… me sentía inseguro y
poco confiado respecto a si sería capaz de adaptar el Yug-do a un entorno
diferente con alumnos-niños… hasta que me crucé con Jesús, una de esas personas
cuya intuición supera la media que me miró y con sus ojos saltones y me dijo
muy serio: Deja de dudar tanto sobre si eres o no eres capaz de poner eso que
te ronda la cabeza tanto y ponte a ello… no sabes si estás preparado….ponte a
ello y compruébalo!!!
Volviendo a la
práctica, el Líberi es un colegio con pocos alumnos (debe haber unos 60 entre
todos los cursos) de 6 a 12 años en el que podemos pasar el día y participar de
las actividades propuestas los padres y hermanos acompañantes; cualquiera de
ellos se pueden poner a practicar en cualquier momento o dejar la práctica, así
que sucede que conviven alumnos que practican habitualmente con otros que
“vienen a probar”… y eso exige FLEXIBILIDAD
por mi parte…
La motivación y la
paciencia de los niños es dispar… hay veces que las dinámicas de grupo que se
dan son fantásticas y fluimos todos con mágica armonía y otras me encuentro con
un montón de niños excitados por tener una caña en la mano y ganas de atizarse…
MÁS FLEXIBILIDAD!... Por suerte la sangre
nunca llega al río y me maravillo de los pocos conflictos que suceden frente al
peligro potencial que uno imagina…
En las prácticas me
sirve el momento inicial de armonización para cultivar una doble visión: una
intuitiva que tiene que ver con el sentir propio y del ambiente, que también se
daba mientras impartía clases con adultos y otra más perceptiva, basada en
tratar de motivar a los participantes… y
por eso trato de tener una DISPONIBILIDAD
extra, es decir, tras la primera parte de la clase en la que los ejercicios
suelen ser parecidos, en la segunda parte suelo preguntarles qué quieren hacer…
…a partir de ese
momento todo resulta más lúdico y divertido, practicamos lucha, katas, danzamos
e inventamos katas… tratando de combinar las demandas de los nuevos, con
intereses en luchar con el interés de los alumnos habituales que expresan sus interés aprender y
perfeccionar, y cuyas peticiones para mí son importantes pues son los que
mantienen el compromiso… motivaciones encontradas Y MÁS DISPONIBILIDAD.
Toda esta experiencia
me está sirviendo como un laboratorio de prácticas, en la que me propongo-les
propongo-probamos-llegamos a conclusiones, es decir poner en práctica eso del
método empírico, el método de ensayo-error-conclusión.
Y todo esto, tras más
de un año de prácticas me permite encarar los jueves como un día especial, en
el que todo es distinto porque está mi clase… las prácticas nos dan CENTRO, todas, las propias y las
compartidas, pero además esta me sirve para enfrentarme semanalmente a miedos y
dudas, para ponerme en contacto con niños y adolescentes, con el niño que fui y
sigo siendo, para probarme y tratar de dar a los de mi alrededor un poco de lo
que tengo y soy, que es una de las premisas de esta Escola Líberi.
Me viene a la cabeza
una canción cuyo estribillo me sirve para definir un poco esta experiencia
vivida:
De pequeño me enseñaron a querer ser mayor,
De mayor quiero aprender a ser pequeño...
Cinta Negra Sergio Leal
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